Blog Roes

Yo he sido infiel. ¿Para qué negarlo o darme aires inexistentes de santidad? Nunca he sido el prototipo de novio perfecto ni mucho menos el más fiel del mundo así que sí, también formo parte de ese grupo de animales, imbéciles, sinvergüenzas desgraciados que no se tocaron el corazón y cometieron ese bajo acto de echar pasión con alguien que no fuera su pareja. Qué complicado es y será siempre el explicar por qué un infiel lo es y lo que lo lleva a hacerlo, seguramente cada uno tendrá sus propias razones entre las que sin falta encontraremos los siguientes motivos: “Estaba pedo y no sabía lo que hacía” , “Él(la) me provocó, yo no busqué nada”, “Es que mi pareja no me da lo que necesito en la cama” y así podría seguir con cientos de justificaciones pendejas que decimos a la hora de la hora y que la verdad no son más que viles y completas chingaderas. “¿Por qué lo hiciste?” es la pregunta que genera que la cabeza del infiel empiece a maquinar con rapidez una serie

No se espanten amigos lectores, esta columna no trata acerca de ese programa en el que tuvieron a bien poner de jurado a doña Angélica María (¿?) junto a celebridades de la talla de Chino y Nacho. No, este “factor ex” es diferente y no tan gracioso como ver a Belinda caerse de la silla. Eso seguro. Siempre decimos que al terminar una relación estamos cerrando un capítulo de nuestra vida sin importar cuánto haya durado, a fin de cuentas esa persona estuvo a nuestro lado por decisión propia y nos interesó tanto como para darle el título oficial de “novios” tan extraño en estos tiempos en los que las personas sólo asumen que ya están juntas. A veces duele o a veces alegra pero terminar un noviazgo siempre implica algo de dolor y viene acompañado de consecuencias. ¿En verdad le damos vuelta a la página y continuamos con nuestras vidas? Me voy a aventar como gorda en tobogán a decir que no. La gran mayoría de nosotros no supera tan fácil y es ahí donde viene el problema que e

Existen cosas que quizá no sabemos de dónde vinieron o por qué están ahí pero que sin duda alguna nos han servido para algo, o al contrario, nos han partido la madre desde el primer momento. Una de esas cosas son las listas. No, no me estoy refiriendo a las chavas que presumen de un coeficiente intelectual mayor que el promedio sino al tipo de listas que hemos conocido desde pequeños. Como la lista del súper, ¿cuántas veces no hiciste alguna especificando lo que tenías que comprar y terminaste pasándote del presupuesto? O la lista de asistencia, aquella que no te gustaba porque eras de los primeros y cuando llegabas tarde a clase se convertía en una hazaña entrar al salón antes de que mencionaran tu nombre. Y qué decir de la lista de regalos que le hacíamos a Santa cada diciembre esperando fervientemente que todas y cada una de nuestras peticiones fueran cumplidas. Crecimos y aprendimos con el tiempo que hacer listas era bueno y ayudaba cañón a tener en claro lo que qu