Cómo ser un novio paciente



Tengo qué ser honesto y decirlo abiertamente, no soy tan fuerte como aparento. Trato, y Dios sabe que trato con toda la energía que recorre mi cuerpo, pero es mi mismo cuerpo el que se rebela traicionando a mi mente, porque simplemente a veces ya no puede más.

En mis 20 días de casi enclaustramiento por incapacidad; días en los que se supone estaría haciendo el mínimo esfuerzo en lo que me realizan cirugía para remover (nuevamente) un quiste que se supone no debería de estar ahí; he tenido suficiente tiempo para pensar y darme cuenta de lo que está pasando.  

Puedo moverme, no es que me encuentre completamente incapacitado de hacer casi cualquier actividad. Las únicas que no puedo realizar sin sentir dolor son caminar en exceso, sentarme, utilizar jeans o pantalones ajustados, andar en bicicleta, hacer ejercicio de cualquier tipo o algún tipo de esfuerzo excesivo. Espero que hayan notado el sarcasmo.



Básicamente estar por completo en cama sería lo recomendable, pero estamos hablando de mí, eso es simplemente imposible. ¿Cómo se supone que pase 8 semanas en cama en lo que llega la fecha de cirugía y el proceso de recuperación? ¡No llevo ni 3 y me desespera no tener ninguna actividad!

Mi novio regresó al trabajo después de 2 semanas de vacaciones, una de ellas la pasó en Vermont con su familia y la otra conmigo, casi enclaustrado. Esta mañana despertó antes de las 6 de la mañana; como es su costumbre cuando está trabajando,  para alistarse, desayunar e irse. Mientras él se bañaba salí de la cama y me fui directo a la cocina (aún adormilado) para prepararle Pan Francés de desayuno. Se lo había prometido la noche anterior, y verán, yo soy un hombre de palabra. Sorprendido, me apuró a regresar a la cama pero insistí en acompañarlo a desayunar. En cuanto se fue seguí durmiendo hasta que mi cuerpo decidió que había tenido suficiente de la cama, pasadas las 11:30 am.



Es bueno que descanse todo el tiempo que pueda, pero aún así al levantarme lo primero que hago es sacar a mis perros a orinar, regresar al departamento y revisar correos de trabajo mientras desayuno algo. Mentira, los últimos días me he saltado el desayuno. Leo un poco, limpio por aquí y por allá y alisto todo lo necesario para empezar a cocinar un poco antes de que Nate regrese. Sí, al contrario de Peña Nieto, yo sí soy la señora de la casa.  

Llegó y, como lo hace todo el tiempo, me preguntó cómo me sentía.

-               Bien, nada de qué preocuparse. Fue una mañana relajada –mentí un poco, dado que en cuanto llegó yo acababa de soltar el trapeador después de haber limpiado el departamento-.

-          How was your day? – preguntó mientras me besaba abrazándome por la cintura.

Les voy a decir una cosa, los escritores tenemos la maravillosa habilidad de contarte la historia de cómo trapeamos la sala de la manera más interesante. Vamos, que no es que no tenga de qué hablar, la verdad es que podría estar hablando de diferentes temas todo el día sin parar, pero otra verdad es que también quería hablar de lo que pasó en la oficina, de mis clases de filosofía, de lugares que encontré mientras caminaba o andaba en bici, de todas esas cosas a las que estoy tan acostumbrado pero que no puedo hacer por el momento.

Si no están familiarizados con la historia, a la semana de estar saliendo mi novio decidió seguir a mi lado aún sabiendo que me acababan de detectar un tumor y de la gran posibilidad de que pudiera ser cáncer. Acudí al médico por un absceso y resultó ser una de esas consultas a las que vas por una gripa y sales con neumonía. En mi caso un quiste y un tumor. Casual. Él sostuvo mi mano tras la biopsia para examinar el tumor y me cuidó durante todo el proceso. Después me removieron el quiste, posicionado estratégicamente en una parte de mi cuerpo que recibe presión todo el tiempo.

No se imaginan la felicidad con la que festejamos cuando el cáncer quedó descartado. No sólo él y yo, sino toda mi familia, amigos y hasta lectores a quienes no tengo el placer de conocer. Lloré de felicidad como sólo lo he hecho en pocas ocasiones durante mi vida, una de ellas fue el día que descubrí que estaba enamorado de Nate y supe que por fin, después de tanto tiempo, había conocido al hombre ideal para mí y era totalmente correspondido. Lo amo con cada parte de mi ser, de eso pueden estar seguros.



Es por ello que, 3 meses después de esa celebración, me frustra y me desespera estar de nuevo incapacitado y en espera de otra cirugía. No tengo ningún problema con ser un paciente para nuestro sistema de seguridad social, pero el punto es que no quiero seguir siendo un paciente para mi novio. Y hoy no he dejado de pensar que desde que estamos juntos ha tenido que pasar conmigo por demasiados procesos de sanación no sólo físicos, también mentales y emocionales.

Todos los días trata de que haga lo menos posible. Incluso los perros se han acostumbrado más a salir con él que conmigo, Mateo simplemente lo ama tanto que no puede estar separado de él. La pregunta es, si sé que todo lo que hace lo hace por gusto y porque me ama ¿por qué sigo sintiéndome inútil y me molesta tener que necesitarlo para hacer muchas cosas?

El fin de semana pasado presioné mi límite convenciéndolo de que me sentía bien para ir a mi museo favorito, el Museo Anahuacalli de Diego Rivera, completamente al sur de la ciudad. Se lo había prometido antes de su viaje a Vermont, cuando volviera yo pediría vacaciones en la agencia y pasaríamos una semana entera juntos visitando museos, leyendo, conociendo nuevos lugares y decorando nuestro departamento. Claro que en ese momento no sabía que el quiste volvería y me mandaría al enclaustramiento y reposo por varias semanas.




Para él hubiera sido suficiente recostarse junto a mí a leer o ver algo juntos, pero mi instinto de independencia y la estúpida necesidad de mostrarme fuerte me llevó a querer hacer de sus días libres una mejor experiencia que encerrarse todo el tiempo. Ayer el quiste reventó de nuevo.

Si hubiera descansado como debería eso no habría pasado y ahora sólo indica que la situación empeora; en gran parte gracias a mi estupidez y a que me cuesta demasiado trabajo quedarme quieto y no demostrar al menos un poco de determinación y fuerza para no sentirme vulnerable.  No saben lo mucho que deseo que esto termine pronto, pero por ahora estoy atado de manos hasta que me den una fecha de cirugía.

No, no soy tan fuerte como quiero pensar. Mientras espero mi cuerpo trata de luchar contra eso que no debería estar ahí. La mayor parte del tiempo estoy cansado y afecta no sólo mi funcionamiento físico, repercute en todos los aspectos de mi vida, desde el emocional hasta el mental, del sexual al de confianza personal. Y por más que quiera sostenerlos a todos para conservar el control y la calma, debo aceptar que hay días en los que no puedo.

Ya quiero poder correr con mis perros en el parque, ir en bicicleta al trabajo, tener historias que contarle a mi novio cada noche, conocer lugares nuevos con él y hasta tener sexo como una persona normal sin preocuparme por una estupidez pequeñita en mi cuerpo que me jode todo el tiempo. Ya quiero dejar de ser un paciente para mi novio y así pueda dejar de estar preocupándose y ocupándose de mí todo el tiempo.


Supongo que es momento de acostumbrarme a la cama, después de todo tras la cirugía tendré que pasar al menos 3 semanas atado a ella me guste o no. Y si todo sale bien, la frustración y la ansiedad se irán, porque si los últimos 4 meses han sido maravillosos al lado de Nate a pesar de todos mis problemas médicos, apenas puedo imaginar lo que vamos a hacer juntos cuando todo esto haya pasado y no exista nada que nos limite. 

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