La Generación Inconforme
Todos somos inconformes. La neta. Pareciera que como dicen por ahí “ningún chile nos acomoda” y siempre andamos en busca de algo más, muchas veces no sabemos ni qué, pero otra cosa, algo nuevo, algo. Lo hacemos con la chamba, queriendo subir de puesto, en la casa, deseando tener un lugar más bonito o espacioso, con la ropa, pensando en esas garritas nuevas y bien chidas que te vas a comprar. Total, estamos inconformes todos los días, todo el tiempo… Hasta en el amor.
Típico que vas por la vida quejándote porque no encuentras un chavo que valga la pena, sufriendo por tu soltería y conociendo nuevos tipos cada fin de semana. Y uno de esos días, uno de ellos llama mucho más tu atención, te despierta un no sé qué que te pone nervioso, te descubres pensando en él la mayor parte del tiempo, y lo mejor de todo es que él también piensa siempre en ti. Empiezan algo chido y estás contento… Y después ya no. ¿Y si en realidad no me gusta tanto como pensé? ¿Y si sólo hay atracción, pero se nota que no hay futuro? Las dudas empiezan a llegar a nuestra cabeza y empezamos a pensar que quizá después de todo éste no sea el bueno, que aún hay algo mejor.
¿O soy el único al que le pasa? No importa qué tan guapo esté el vato, ni que me pueda encantar estar con él, la mayor parte de las veces llego a ese punto en el que me pregunto si existirá algo mejor. El aburrimiento llega y terminas dejándolo de ver porque o era demasiada perfección, o le faltaba algo y simplemente no había click. De nuevo, siempre inconformes.
Buscamos una perfección inexistente en cada chavo con el que salimos, esperando que llene nuestras expectativas al 100% muchas veces sin siquiera tener claro qué es lo que queremos en alguien. Decimos que buscamos a un wey independiente, atractivo, trabajador, responsable, divertido, sexy y cariñoso, eso decimos. Pero muchas veces terminamos andando con un tipo que aún vive con sus papás, que salta de un trabajo a otro, no puede cuidar ni una planta y a veces ni nos trata como realmente quisiéramos. ¡No me digan que no!
Cada que la regamos decimos que ahora sí sabemos lo que queremos, que la experiencia nos sirvió para aprender y no volver a estar con un chavo como el último, y a los pocos meses terminamos dentro de la misma situación y repitiendo patrones. Entonces, ¿se trata realmente de inconformidad o de estupidez? Vamos por la vida siempre buscando lo mejor, y en ocasiones vamos a dar en algo a veces peor que lo que teníamos y del que juramos haber aprendido.
La realidad es que esa famosa inconformidad que sentimos se encuentra en nosotros mismos. No es que estés inconforme con el tipo que te trata muy bien pero al que le falta “algo”, tampoco que estés inconforme con el ligue guapísimo que te ignora casi todo el tiempo. Se trata de una inconformidad contigo mismo que actúa como espejo ante otras personas, regularmente en las que vemos con pretensiones amorosas. Bien dicen por ahí que “lo que te choca te checa”, y ¿te has puesto a pensar que eso que quizá no te satisfaga de alguien más, no es sino el hecho de que tú no puedes satisfacerte ni siquiera a ti mismo en ese aspecto? Por ejemplo, uno de mis “peros” al salir con alguien es que no puedo verme a futuro con él, formando una relación estable, seria y duradera, muchas veces adjudicándole la responsabilidad y diciendo que “no está listo”. La realidad es que casi todas las veces el que no ha estado listo soy yo.
No estamos contentos con nada porque siempre nos han enseñado que siempre se puede tener más, y así es como crecemos con la idea de que necesitamos lo mejor. El mejor carro, la mejor casa, los mejores gadgets y la mejor pareja. Pero, ¿lo mejor para quién? ¿Para cumplir con la ideología de la gente que te rodea o lo mejor para ti? Piensa y recuerda si no has dejado de salir con alguien porque no le iba a gustar a tu familia o tus amigos, si dejaste pasar una oportunidad porque pensaste que nunca le iba a bajar a la fiesta, o si mandaste a la shit a un wey porque creíste que no tomaba la relación tan en serio como querías.
Basamos nuestro comportamiento y nuestras relaciones muchas veces no guiados por lo que realmente queremos, sino por lo que nos hará ver bien ante los demás. ¡Tan tontos! La felicidad no está en complacer a nadie sino a ti mismo, en dejarte llevar por tus instintos, por los sentimientos y la energía, fluir en todos los sentidos de manera natural y no obligada, en escuchar a tu mente y abrir tu corazón. A veces lo cerramos por miedo a no ser lastimados de nuevo y perdemos oportunidades, nos volvemos fríos, nos hacemos inconformes, buscamos el lado malo de las personas y no tenemos la capacidad de resaltar lo bueno y ayudar a explotarlo.
No digo que te conformes con cualquier cosa y que no busques siempre lo mejor, sino que antes de pensar en ir por un pez más gordo, te tomes unos minutos para sincerarte y darte cuenta que si buscas una mejor pareja, es porque tienes la seguridad de que antes que nada, tú eres la mejor versión de ti mismo, y puedes ofrecer exactamente lo mismo que tú pides en alguien. ¡Piénsale!
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