Nathaniel
Estás sentado frente a mí leyendo
sin darte cuenta de que desde hace algunos minutos te veo con cara de estúpido.
No puedo evitar sonreír al verte, y es que me haces tan feliz sin siquiera
darte cuenta que no podría ser más fácil. ¿Cómo llegué a este punto? Ni yo
mismo lo sé, lo que sé es que cada día que paso contigo me enamoro más de ti. ¿Cómo llegaste aquí? Sigo averiguándolo, pero no me importa el cómo
sino el para qué.
Te vi por primera vez después de
tres meses de escribirnos esporádicamente. Tardé un segundo en enamorarme de ti
y varios minutos antes de caminar hacia dónde estabas esperando porque no podía
dejar de admirarte a lo lejos. Me acerqué poco a poco lleno de nervios, pero en
el momento en el que vi tus ojos verdes y hermosa sonrisa supe que quería estar
contigo, no tenía duda y no podía dejarte ir. Venía de varias decepciones
amorosas y el hartazgo de intentarlo de nuevo, pero jamás tuve tanta seguridad
de algo como la que tuve al conocerte.
Soy escritor, te dije antes de empezar a hablar sin parar.
Escuchaste atento cada frase, hiciste preguntas cuando lo consideraste
necesario y hablaste únicamente cuando quisiste hacerlo. Encontraste fascinante la manera
en la que cuento historias quizá sin imaginarte que un día estaría escribiendo acerca
de ti, no te importó de cualquier forma. Terminamos la noche platicando en mi
departamento y ninguno intentó tener contacto sexual, cuando
decidiste irte no dije nada para hacer que te quedaras porque sabía que no era
necesario; ya no nos separaríamos de ahí en adelante. La conexión era más
fuerte en niveles superiores al físico y lo que inició como un día cualquiera
terminó convirtiéndose en un momento decisivo de mi vida.
Eres la única persona
que conozco más culta e informada que yo. Con la necesidad inevitable de saber
más, de encontrarle sentido a las cosas y la única que puede dejarme callado en
una discusión con pruebas suficientes para probar un punto. Contigo el orgullo
murió en silencio y nació la admiración, contigo me convierto cada día en la
mejor versión de mi mismo y descubro siempre algo interesante.
Por años traté de ser personas
que no era para gustarle a otros, pretendí tener gustos que no tenía o
simplemente no me permitía ser del todo yo mismo. Era cuando empezaba a serlo
que todos terminaban yéndose, y nadie valoró de la misma forma lo positivo como
lo negativo hasta que lo hiciste tú. Dejé de ocultar todo lo que hay en mí y
por primera vez le revelé a alguien todos los secretos, decidí de manera consciente entregarle a otra persona el poder de destruirme o ayudarme a crecer. Supongo que de eso se trata el amor verdadero.
Contigo he aprendido a amar esos
silencios que tantas veces traté de llenar. Conocí por primera vez el amor
maduro basado en la confianza y el respeto; encontré a alguien que me ama sin
importar el pasado que me precede, el presente que vivo o el futuro que trato
de lograr. Por fin sé que el hombre a mi lado estará ahí incondicionalmente, que tiene la seguridad de que de mi recibe lo mismo y ama tanto mi compromiso como mi libertad. Me enseñas tanto
también sin darte cuenta.
Nunca antes estuve con alguien
que aceptara que aún en pareja lo más importante para mí soy yo mismo, porque
para poder contribuir a la felicidad de otro primero tengo que asegurarme de
encontrar la mía. Nunca antes mi plenitud tuvo también nombre y apellido. Nunca
conocí a alguien con quien quisiera compartirlo todo y formar una familia; pero
tú fuiste mi hogar desde que te cruzaste en mi vida y por primera vez puedo
decir que finalmente sé lo que es sentirse plenamente enamorado.
Ayer hablamos de lo importante
que debe de ser alguien para que un artista lo inmortalice en sus obras; de la
seguridad que tiene que sentir para saber que está haciendo lo correcto y jamás
se va a arrepentir de ello. Escribir acerca de alguien es como cuando te tatúas
un nombre en la piel, va a permanecer para siempre; así como para siempre
recordaré este momento de nuestras vidas y sabré que fui feliz aún si un día ya
no estamos juntos.
No podremos prometernos un para siempre, pero
sí un ahora y un hoy. Y hoy despertar a tu lado cada mañana es la felicidad que
me da fuerza cada día.
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