El apuro por casarse a los veintitantos
Y siempre volvemos a lo mismo. Al menos yo, en todo momento vuelvo a preguntarme lo mismo una y otra vez… ¿Por qué nuestra generación es TAN extremista? Y es que me he dado cuenta de que una cosa es cierta, o buscamos desesperadamente el amor, o le tenemos tanto miedo que preferimos estar completamente solos. ¿Lo has notado?
Aquí va lo que me ha tenido
pensando. Y más allá de basarlo en la edad; y en que la mayoría de mis amigos,
ex compañeras, conocidos y familiares con los que comparto un número de años
cercano ya están comprometiéndose, casándose o formando una familia, más allá
de eso, va por el lado de que creo fielmente que muchos de ellos se están
apresurando al hacerlo. ¿Soy sólo yo o alguien más comparte mi punto de vista
al creer que en nuestros días se ha hecho mucho más fácil comprometerse con
alguien a quien ni siquiera “amas demasiado”?
Vamos, que no voy a quemar a
mis amistades, pero sé de más de una que; aún ya habiendo firmado un acta y
jurado amor ante Dios, admite no sentirse segura del todo en lo que a su pareja
se refiere. Pero aquí viene lo más triste, se han dejado llevar por la
sociedad, por la edad, peor aún, por la necesidad de estar con alguien, de “iniciar”
una vida, cuando no se han dado cuenta de que su vida empezó hace mucho, y que
el hecho de estar con alguien podía no significar un cambio maravilloso.
¿A qué se debe? ¿Qué es lo
que nos puede llevar a tomar una decisión de tal magnitud aún cuando no estamos
del todo seguros? Si bien en muchos casos podría ser nuestra familia, o ver que
nuestros amigos más cercanos lo están haciendo, la decisión siempre ha estado
en uno mismo, y aquí es donde expongo mi punto… ¿Qué tan solo te puedes sentir
como para aceptar compartir tu vida con alguien que no te hace completamente
feliz?
Tengo qué reconocer que yo
he estado a punto de hacerlo en más de una ocasión. Sí, a mis 27 años he
estado; llamémoslo así, “comprometido” en dos ocasiones, planeando boda y todo. Sí, yo fui uno de esos que
creyó estar demasiado enamorado como para querer compartirlo todo con alguien,
que se dejó llevar por el momento y no le importó nada más, ese al que por un
lado le emocionó la idea de ser algo más que novios, de compartir un techo, de
llegar por las tardes y ver a su pareja en casa. ¿La verdad? Hoy me siento más
que aliviado y contento de que nunca ocurrió, y arriesgándome a que mis ex me
estén leyendo en este momento, puedo decir libremente que únicamente lo hacía
porque creía que era lo correcto, porque sabía que eso era lo que la otra parte
esperaba de mí, no porque yo lo quisiera, y peor aún, no porque estuviera del
todo enamorado. Porque una cosa es amar la idea del compromiso y el matrimonio,
y otra muy diferente es amar tanto a la persona con la que estás que quieras
que sea ella la que lo comparta contigo.
¿Quién dijo que en nuestros
días existe una edad ideal para casarse? Si mal no recuerdo, los 60’s, 70’s y
80’s quedaron atrás hace décadas y los tiempos en los que a alguien se le
podía llamar “quedado” están más olvidados que la no tan exitosa carrera de Fey.
Claro que seguimos lidiando con ese tipo de comentarios que no siempre son tan
agradables. No falta la abuelita, la tía o el primo que en las reuniones
familiares te pregunta “¿para cuándo?”, o aquellos que saben que tienes ya
varios años con tu pareja y casi los crucifican por no haber dado el siguiente
paso. ¿Y? ¿Acaso darles gusto te va a hacer menos o más feliz? ¡Bueno! Que si
vives en un rancho y eres de esas que intercambian por 2 vacas, 1 becerro y 3
marranos quizá pueda entenderlo un poco, pero en nuestros tiempos, siendo gente
de ciudad, con educación y una mentalidad mucho más independiente, seguir
creyendo que si llegas a los 30 y no te has casado es porque eres una completa vergüenza,
me parece una verdadera estupidez.
Piénsalo. En los tiempos de
nuestras abuelas era lo más común casarse hasta mucho antes de los 20, y los
matrimonios arreglados eran la onda. Valía madre si el tipo te gustaba, si te
hacía sudar hasta la parte más oculta o siquiera si lo habías visto alguna vez,
lo importante era que las familias llegaran a un arreglo que a ambas
conviniera. Todavía con nuestras madres se usaba un poco, si a la familia no le
gustaba el prometido o prometida, ¡ni idea de que te comprometieras siquiera! Aún
era tan necesaria la aprobación de los padres que parecía que uno no tenía
opinión en el asunto, y el amor se dejaba de lado.
Hoy, chingos de tiempos
después, tenemos la libertad de elegir con quién nos casamos, vamos, a quién
queremos como novia o novio y hasta con quién cogemos o no. la diferencia está
marcada, y aún así pareciera que nuestra generación tiene demasiada prisa por comprometerse
y formar una familia. Y sin intención de juzgar a aquellos que lo hacen aún
estando en sus 20’s, creo que en nuestros tiempos hay tanto por ver, por
conocer, por viajar, por lograr, tantas experiencias por vivir, tanta gente a
la cuál conocer, de la cual “enamorarte”, con la cual acostarte por el simple
placer de hacerlo, tantas emociones por vivir, que al menos para mí aventarse
un compromiso de tal importancia está fuera de la lista.
Quizá es cosa de cada quién,
quizá muchas nacieron para ser esposas y muchos para ser el soporte de una
familia. Probablemente esa sea la meta final de muchos allá afuera,
probablemente algunos de ellos me están leyendo, lo importante aquí no es que
lo hagas o no, sino que hagas lo que hagas, sea porque estás decidido,
conciente, y más allá de eso, feliz por lo que haces. Ya sea compartir tu vida
con alguien o compartir tus logros contigo mismo, porque a pesar de que se dice
mucho por ahí de que todos venimos a este mundo a amar y ser amados, tengo la
completa certeza de que es mentira. Todos estamos en este mundo para ser
felices, así eso implique serlo con alguien más o estar contento con la idea de
ser feliz con uno mismo.
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