Y me acordé porqué terminamos...
Todos merecemos una segunda oportunidad, o al menos eso es lo que dicen. Pero si lo pensamos bien esa frase contradice aquella otra de que segundas partes nunca son buenas. ¿A cuál le hacemos caso? La verdad es que si hablamos de relaciones no importa mucho cuál de las dos elijamos o cuánto pensemos en ello, si nos da la gana nos vamos a aventar como gorda en tobogán de cualquier modo… y ahí es donde vamos y la cajeteamos otra vez.
Hace algunos años salí (por un corto tiempo) con una de las personas más superficiales, creídas y con aires de
diva que podría conocer. Además de eso y pese a su edad aún no sabía qué quería
de su vida, no tenía trabajo y (al igual que yo en ese tiempo) rebotaba de un
lado para otro quedándose con amigos porque no tenía un lugar fijo para vivir. Ya había olvidado lo prometedor que suena eso... Total, aunque en ese entonces podíamos ser
similares en algunas cosas, mi instinto de supervivencia y el temor a caer de
nuevo en una relación desastrosa me hizo alejarme y continuar mi búsqueda
amorosa por otro lado, decisión por la que me gané mentadas de madre, dramas,
chismes y más.
Pero el tiempo pasa y la
gente cambia, al menos yo lo hice y después de casi 5 años salí del nomadismo,
la inmadurez y el seguir siendo mantenido por mi familia. No puedo decir que he
logrado todo lo que quería pero sí que estoy en el camino correcto a
conseguirlo. Así que cuando me llamó luego de tanto tiempo para vernos pensé
que sería buena idea, físicamente no me era indiferente y probablemente también
habría encontrado ya la madurez y motivación que le hacía falta. Todos
merecemos una segunda oportunidad, ¿no? Pues no, la triste realidad es que no
todos la merecen. Error.
Me bastó con vernos una
sola vez para recordar todas las razones por las que había terminado con lo que
fuera que teníamos. No importaba cuánto se esforzaba por tratar de convencerme
de que había cambiado, me decía que ya no era lo mismo, que toda esa banalidad
de antes ya era parte del pasado y que había madurado, que ya no le importaba
tanto la apariencia y que sabía bien hacia dónde iba. 1 hora después me
encontraba envuelto en una plática por demás absurda en la que escuchaba a
alguien hablar de que pronto se pondría botox, que se quitaba la edad porque
envejecer le daba miedo y no sé en qué chingado momento empezó a hablar de las
Kardashian como modelo de vida. ¿Neta? Pero la cosa no para ahí, después de
casi 5 años seguía sin trabajo, viviendo de su familia y rebotando de casa en
casa porque no tenía donde vivir. ¡La misma mierda!
En verdad hay gente que
nunca cambia, que a pesar de los años sigue viviendo en un mundo de egoísmo y
comodidad tan deprimente que es casi imposible mantenerlos cerca. No hablemos
de tener una relación con ellas, porque lo único que hacen es hablar de SUS
experiencias, SUS cosas, SUS sentimientos y SUS problemas, no importa cuánto
trates de llevar la conversación hacia otro lado, siempre habrá algún detalle
que los hará decir algo así como: “a mí me pasó algo similar” y empiecen de
nuevo a contar alguna cosa referente a sí mismos. ¡De hueva!
Y siendo honestos no es la
primera vez que me pasa, constantemente me encuentro en esa estúpida situación
en la que vuelvo a salir con alguien de mi pasado esperando que algo haya
cambiado. ¿Ustedes no? Y aunque existan sentimientos aún, atracción o simplemente
ganas de salir con alguien, la realidad es que todas esas personas de nuestro
pasado quedaron fuera de nuestras vidas por alguna razón. Sí, por algo
terminamos con ellas, ya sean defectos, peleas, diferentes planes de vida o lo
que gustes, quieras y desees meterte en la cabeza, pero motivos existieron y
aunque pase el tiempo y tratemos de ver el lado bueno de las cosas, no hay
que olvidar que si en su momento quisimos terminar fue por algo.
Estoy seguro de que a
muchos quizá les haya funcionado regresar con su ex y ahora su relación sea
mejor que antes, pero me atrevo a decir que ese tipo de casos son menores que
aquellos en los que terminamos comprobando que el recalentado puede saber
bueno, pero no tan bien como la primera vez que te lo comiste. En mi caso debo decir que mi relación con la
mayoría de mis ex no es de amistad pero tampoco es de odio e indiferencia,
hablamos de vez en cuando, mantenemos contacto y a veces hasta hemos salido de
nuevo pero para nada en plan amoroso. Y se debe a que tengo muy claro que si ya
no estamos juntos es porque existen razones fuertes.
No digo que todas las personas sean iguales y que no puedas llevarte una sorpresa al volver a ver a alguien con quien solías salir, porque aunque uno recuerde todo aquello por lo que terminamos también va a recordar todo lo que hizo que nos gustara a primera instancia, pero si algo me queda claro es que cuanto más una persona trate de convencerte de que ha cambiado es cuanto menos debes creerle. Cuando alguien es diferente se nota en todos y cada uno de sus aspectos, pensamientos, movimientos y palabras, dejando de lado esa intensa necesidad de demostrarlo.
Quizá yo no sea el único
que aún no sabe bien qué es lo que busca en su pareja ideal, pero al menos sé
qué es lo que no quiero, y definitivamente alguien para quien una Kim
Kardashian sea más interesante que una Frida Kahlo no va a tener nada en común
conmigo por más que diga que me extraña, que soy su máximo y que no sabe porqué
me dejó ir. Gracioso, porque quien lo hizo fui yo, y con eso comprobé una vez
más el grado de egocentrismo. Y para acabarla de chingar, un día después de
decirle que no teníamos nada qué hacer juntos me llama diciéndome que necesita
un lugar dónde vivir y alguien que le ayude a conseguir un trabajo y que soy la persona indicada para ello, por los viejos tiempos. ¿Neta?
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