Cuando el amor no es ciego, pero tú sí.
“I knew you were trouble when you walked in”- escribió la genio y sacerdotisa de la música Taylor Swift. Y últimamente me ha vuelto a la cabeza ese tema, no la canción, sino el mensaje que viene en la letra y con el cual muchos nos hemos llegado a identificar. Sumado a eso, una gran lectora, Paula, me escribió pidiendo mi consejo acerca de cómo salir de una situación similar. Y es que, ¿quién no ha terminado cediendo, dando de más o sobrepasando sus propios límites para estar con alguien? La verdadera pregunta no es esa, sino esta: ¿Cuántos lo hemos permitido aún sabiendo que la persona; o quizá la situación, no lo merece?
Hoy me encuentro en una relación sana de 19 meses. Una que nos ha costado mantener, pero seguimos juntos trabajando por ello todo el tiempo; basándola en la comunicación, la confianza y la honestidad. Pero no hace muchos años todavía me enamoraba como imbécil y lo arriesgaba todo por personas que tenían el ego tan grande como para ver únicamente su propio beneficio, personas por las que acepté ponerme en situaciones que en otra circunstancia no haría. El peligro, la adrenalina, lo prohibido, son estimulantes que por momentos nos llevan a decir sí, o quizá, cuando sabemos desde el principio que la respuesta debía ser no.
No hace tanto tiempo tuve una relación corta pero intensa con el ex novio de un amigo; sí, así de imbécil fui, y la verdad es que no era que amara tanto al vato, sino el querer aferrarme a él para de manera autodestructiva olvidarme de otro. Y una vez que la mentira inició se nos fue de las manos y terminamos un par de meses después, cuando él me engañó con otro. No fue una sorpresa, nada que empieza de la manera incorrecta acaba bien. Y nuestra historia apenas estaba por empezar.
Meses después, cuando su nuevo novio lo dejó, nos reencontramos y tratamos de retomar las cosas desde una perspectiva distinta. No seríamos novios de nuevo pero estaríamos juntos, con la posibilidad de estar también con otros; propuesta que definitivamente no fue mía, pero que el apego y necesidad que tenía de arreglar a las personas rotas en ese tiempo me llevó a aceptar. Al mismo tiempo acepté que se mudara a mi departamento y fuéramos roomates, aunque durmiera en mi cama casi cada noche. Él tenía las palabras “Altamente Tóxico” escritas en cada parte de su cuerpo, el novio que tanto amaba lo acababa de dejar, sus mejores amigos se alejaron y ni siquiera su propia familia quería verlo. No pasó mucho para que una mañana al despertar lo encontrara llorando, mega pacheco y sentado en el piso de la cocina, encerrado. Eran las 8 de la mañana y yo me preparaba para ir a trabajar.
El mal presentimiento me duró todo el día, y tras llamarlo y escribirle varias veces desde la oficina sin tener respuesta, salí inmediatamente de regreso a casa para encontrarme con que había tratado de suicidarse tomando montones de pastillas, afortunadamente sin éxito, ahí, en mi propia cama. La depresión lo tenía hundido y no quería seguir viviendo sin el otro tipo a su lado. ¿Qué estaba haciendo yo en medio de todo eso? Tratando de ayudarlo, pensaba, pero no olvidemos que yo también tengo “Fragil, manéjese con cuidado” tatuado en el alma. De alguna manera me sentí obligado a seguir ayudándolo a salir del hoyo, por más que el golpe en el ego por saber que sufría por otro era fuerte; pero yo lo había utilizado primero. O eso creía, porque la realidad era que nos estábamos usando los dos.
Un día por fin me di cuenta de que no tenía otra opción, si quería seguir por el camino de la autodestrucción y del suicidio no me arrastraría con él. Nunca tuvimos futuro, ambos lo sabíamos desde el inicio y aún así seguimos jugando nuestro juego. Él disfrutando el apoyo y cariño que nadie más le daba, y yo dándolo todo y cediendo por alguien que ni siquiera quería estar conmigo y prefería morir por el rechazo de otro. Al día de hoy no sé con exactitud quién estaba más dañado, pero sé que pedirle que se mudara y cortar todo tipo de comunicación con él fue la mejor decisión que pude tomar para recuperar mi tranquilidad emocional.
Con el paso del tiempo me he dado cuenta de que gran parte del problema son los defectos que encontramos en los demás, sus fallas, esos detalles que lo hacen emocionalmente menos compatible, pero aún atractivo. Me he dado cuenta de que siempre que terminamos con el corazón roto vemos lo malo que pudo ser o haber hecho el otro, y con suerte probablemente notemos su grado de toxicidad, pero raro es el que primero acepta sus propios errores.
Ya, que no me refiero a aceptar que eres celosa, que te gusta coquetear con otras personas, que tienes un carácter de la chingada o que de plano no te gusta quedarte en casa a ver pelis y acurrucarse juntos. Hablo de aceptar para trabajar, porque no se trata solo de reconocerlo y decirlo en voz alta, se trata de conocerte mejor, de saber por qué haces las cosas que haces o piensas como piensas, de pensar más en ti y trabajar tanto en pulir los defectos como en mantener y cuidar las virtudes.
¿Pero qué tengo de malo si soy el más cariñoso, amoroso, cuido mucho a mi pareja, me preocupo por él, estoy siempre que me necesita y lo doy todo por él, casi sin pedir nada a cambio? Lo dicho, hasta en lo que uno cree que es valor agregado otros pueden encontrar una falla. Amar de más y a ciegas también es tóxico, dar sin esperar nada a cambio es una reverenda mentira, y tratar de que una relación de cualquier índole funcione siguiendo sólo los límites de los otros, pero sin imponer los nuestros, es una pérdida de tiempo.
Muchos hemos dicho que si todavía no sabemos lo que queremos de la vida o de una relación, al menos sabemos lo que no queremos; y es muy probable que muchos de nosotros también pensemos en ello como una especie de ventaja o aprendizaje, hasta que nos dimos cuenta que no lo era. Y no es porque no exista un aprendizaje en sí, sino porque cada situación y cada persona es distinta, y no podemos dar por seguro que la experiencia que nos dejó una nos servirá con la otra. Siempre he creído que eso de la persona correcta en el momento incorrecto no existe; porque si fuera la persona correcta el momento también lo sería para estar juntos. A menos que se trate de una situación súper cabrona en la que digas, “no pues sí, terminaron juntos”, pero eso sería tratar de mirar al futuro y no al presente y, lo más importante, sería ver las vidas de otros esperando que la tuya sea igual.
Estaría mintiendo si dijera que ya aprendí a amarme a mí mismo completamente, así como mentiría si dijera que meto las manos al fuego para asegurar que mi relación actual, con todo lo felices que somos y lo bien que nos entendemos, va a durar para siempre. Porque nada es para siempre. Estamos en constante cambio, cambiamos de gustos, de actividades, de pasatiempos y hasta de amigos conforme vamos creciendo. Cambiamos, nada es para siempre. Ni el dolor de encontrarse en una relación tóxica de la que no encuentras salida, ni el desamor, la soledad o la depresión. Y eso sí lo digo por experiencia.
El día que empieces a tratar de encontrarte, estarás más cerca de encontrar a la persona ideal con la que puedan construir una relación juntos, comunicándose, con respeto y confianza, pero también imponiendo límites, que siempre son necesarios. Estarás un paso más adelante en el camino para descubrir lo que sí quieres en alguien, pero sabiendo que es exactamente lo mismo que estás dispuesto a dar, no más ni menos; no migajas o poniéndote en situaciones en las que no quieres estar.
Lo de que el amor es ciego también es mentira. El amor, como el poder más grandioso que es, necesita experimentarse con los ojos bien abiertos, el primer paso y el más difícil es tratar de hacerlo con uno mismo. Así que si algún consejo puedo dar para salir de una relación más desgastante que gratificante, es que primero comiencen a ver dentro de sí mismos. ¿Qué es lo que está fallando y por qué tomamos las decisiones que tomamos?
Aquí lo dejamos por ahora, pero más historias están por contarse. Y recuerden que si quieren hablar, compartir opiniones o hacer cualquier comentario, mi correo y mis redes siempre están disponibles y abiertos a la conversación. Nos leemos pronto.
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