En La Peda






Desde tiempos ancestrales corre un rumor que dice que todos los escritores son alcohólicos. Bueno, no me consta que así sea y por mi parte puedo decir que no creo tener ningún problema con el alcohol, de hecho él y yo nos llevamos muy, pero muy bien. Lo que es verdad es que a la hora de escribir resulta muy bueno tener una dosis de alcohol en tus venas ya que la mente se abre un poco más, tus miedos se disipan y sientes una libertad creativa a veces mucho mayor a la que tienes en estado de sobriedad. O quizá no y sólo estoy tratando de justificar que me gusta escribir con una botella de vino a mi lado. Quizá.
El punto aquí es que así como puede que el alcohol ayude a explotar talentos escondidos, también es factor vital en muchos otros aspectos de la vida de nosotros los jóvenes; y de los no tan jóvenes, debo decir. Y es que el alcohol no discrimina, es bien buena onda el canijo. Casi todos en algún momento de nuestra vida nos hemos encontrado bajo los influjos del alcohol, así haya sido una sola vez o se repita cada fin de semana, pero creo que la mayoría de los que están leyendo en este momento han tenido, como yo, experiencias tanto increíbles como vergonzosas gracias a esas copas de más que se nos fueron al sistema “sin darnos cuenta”.
A pesar de que olvidé cuántos años tenía, nunca se me olvida la primera peda de mi vida. Fue de una forma muy básica (y un tanto precaria) con mi hermana y su mejor amigo dentro del coche con nada más y nada menos que las famosas caguamas… Debo aclarar que no recuerdo que ella estuviera bebiendo pero lo que sí recuerdo es que terminé cantando Oaxaca en el asiento trasero y disculpándome una y otra vez por el mal olor que había quedado impregnado. ¡Qué bonitos recuerdos! Así como yo, estoy seguro de que muchos de ustedes tienen anécdotas bastante similares, por eso hoy decidí escribir sobre todo eso que hacemos (bueno y malo) cuando estamos como alegremente lo llamamos: hasta el dedo.

¿Quién no ha aprovechado la peda para lanzársele a alguien? Vamos, que sí, el alcohol te da valor para hacer muchas cosas que no te atreverías normalmente, como terminar bailando arriba de la barra, invitando los tragos a amigos y desconocidos para al siguiente día ver tu cartera vacía y montones de tickets por aquello del famoso tarjetazo. Pero algo que muchos hemos hecho es armarnos de valor para decirle a alguien que nos late, que nos prende, que queremos tener a sus hijos o de mínimo intentar hacer unos cuantos. ¡Es impresionante cómo la personalidad de cada uno cambia cuando está bebido! He visto hasta a la más seria perreando y al más amargado llorando y gritándole su amor a todos y cada uno de sus amigos.
En la peda se nos hace fácil sacar muchas cosas que hemos venido guardando con el tiempo, gustos, emociones, pensamientos o hasta una chichi termina saliendo a veces, o las dos, dependiendo del estado de ebriedad.

¿Cuántos no hemos sentido miedo de revisar nuestro celular a la mañana siguiente de la peda? ¡Y es que es como la bolsa de Barney! Nunca sabes lo que vas a encontrar. Llamadas a tu ex, mensajes amorosos a tus amigos (que mayormente ni se entienden porque escribiste como pudiste), conversaciones por Whatsapp un tanto indecorosas y un sinfín de cosas más que a veces ni siquiera recuedas haber hecho. Me ha pasado, claro, que días después me llaman para saludar y saber cuándo nos vemos de un número totalmente desconocido o peor aún, que registraste como “vieja buenota del antro” o en su caso “el chavo de sonrisa linda”. ¿Me van a decir que no han hecho eso? Terminas dándole tu número a quién sabe quién que asegura que se la pasaron de lujo y que besas de maravilla cuando tú ni te acuerdas de su cara o siquiera de haberse conocido.

Lo peor del caso es que a algunos el alcohol nos nubla la visión y terminamos encontrando atractivo a alguien que en otras circunstancias no nos lo parecería. Es como esa frase que dice que hay veces que despiertas con alguien desconocido y preferirías arrancarte el brazo antes de moverte para que despierte. Lo confieso, he estado en esa situación y no está nada padre. ¡Maldito alcohol!
Conozco a mucha gente que en estado de ebriedad le pega la melancolía, se siente solo y busca la compañía de alguien cercano que en el mejor de los casos será un amigo o familiar pero en el peor es tu ex. ¡No lo hagan! En verdad es horrible saber que alguien sólo te busca cuando agarró la peda, que te llama porque no quiere estar sola o porque está caliente. Típico, ¿no? Tampoco nos las vamos a dar de santos porque al menos yo, lo he hecho también. Estás ebrio, quieres compañía y lo primero que haces es llamar a quien sabes que seguro va a estar ahí para ti aún cuando sabes también que al día siguiente vas a despedirte como si nada y hasta luego, o hasta la próxima peda.

Con alcohol en nuestras venas se nos suelta la lengua, contamos cosas que no deberíamos o que habíamos callado por cualquier razón. No falta el imprudente que se pone a decir “verdades” o a confesar sus más sucios secretos, o no tan sucios, uno nunca sabe. Pero lo que es seguro es que el alcohol nos hace sentir más seguros de lo que estamos diciendo aunque no sean más que tonterías. Creemos que somos los más coherentes y que tenemos la verdad absoluta. Nos ponemos necios, defendemos nuestros puntos de vista a capa y espada y le damos el avión a los que no concuerdan con lo que pensamos. El “mala copa” que le llaman.

Bajo los efectos del alcohol podemos pelear, llegar a los golpes, asegurar estar enamorados, llorar, bailar, cantar o cualquier cosa que se nos plazca porque nos creemos invencibles y dueños de la noche. Cuando bebes tienes una sensación en tu mente de alegría que te hace dejarte llevar sin pensar en las consecuencias. Y ahí es cuando viene lo peor, porque todo, absolutamente todo tiene consecuencias. ¿Despertaste con cruda? Equis, unos chilaquiles, una chela, dos aspirinas y se te quita. ¿Bailaste como desnudista enfrente de todos? Estás chava, a nadie le importa. ¿Te gastaste toda la quincena? Bueno, encontrarás la forma de sobrevivir hasta el siguiente día de pago. Pero ¿qué pasa cuando estando ebrios hacemos algo que realmente no es tan fácil de solucionar? Cuando lastimaste a alguien con un comentario, cuando heriste los sentimientos de otra persona, cuando defraudaste la confianza de los que te quieren o terminaste haciendo algo que te lastima a ti mismo.

Sí, en la peda todo es fácil, pero muchas veces lo fácil termina siendo difícil de arreglar. Estamos chavos, el alcohol es parte de nuestra juventud, de nuestra diversión, pero no hay que olvidar que a pesar de todas las experiencias graciosas que nos puede dejar también las hay no tan agradables. No es nada padre ser el amigo que siempre termina cayéndose de borracho, la que se queda dormida en el sillón del antro, aquél que todos saben que va a estar de impertinente o que va a terminar yéndose con cualquier persona, la que se besa con medio bar o el que siempre se la arma de pleito a alguien. Tú puedes verlo muy cool, pero te aseguro que los demás no lo perciben de la misma manera porque aún tus amigos te catalogan y por más que te quieran la imagen que tú construyes de ti mismo es esa imagen que ellos y todas las demás personas van a tener de ti.


Total, si bien es cierto que el alcohol puede ayudar en muchos sentidos, no hay que olvidar que en exceso también destruye. Es verdad que una cerveza o copa de vino al día ayuda a tu organismo, pero no se pasen, existen aquellos que todas las copas de la semana se las chupan en un día y así no funciona la cosa. Somos jóvenes, tenemos un futuro por delante y miles de nuevas experiencias por vivir, nos quedan muchas noches de peda e incontables situaciones vergonzosas qué recordar, muchas más vomitadas, cientos de pesos en saldo gastado, millones de risas y lágrimas, de caídas, de bailes, de música y de infinita diversión. ¿Nos lo vamos a perder? Ahora si que ¡ni de pedo! Pero no olviden que nadie más que no mismo conoce sus límites, que una estupidez nos puede salir cara, que a la hora de beber no hay que tener respeto sólo por uno y su cuerpo sino por aquellos a tu alrededor y que está padre tomarse unas copas y pasarla bien, siempre y cuando sea con medida. Soltero y orgulloso, con pareja y enamorado, en tus veintes o no, lo que es seguro es que nadie te va a cuidar mejor que tú mismo. ¿Sabes qué otra cosa es segura? Que ya es viernes banda, ¡sáquen la fiesta!


Twitter: @JCRO35

Comments

  1. Me reí demasiado con esta columna!!!!!! La verdad si es cierto que todas estas cosas pasan y creo que todos hemos estado en esas situaciones. Me hizo recordar cuando acabé bailando reggetón en la fiesta de navidad de mi trabajo y al dia siguiente no quería ni poner un pie en la oficina por la verguenza de ver a mis compañeros. Qué padre que hables de las cosas tan graciosas pero dejando claro que hay que ser conscientes. ¡Me encantó! Soy fan.

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  2. JAJAJAJAJA NO MAMES!!! Eso de vomitar los carros es de ley!! Una vez vomité en la iglesia por que me llevaron casi a fuerza el domingo bien temprano y yo seguía ahoogaaaaaado.

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¡Gracias! Te contestaré tan pronto como pueda.

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