Enfisema Pulmonar



¿Qué somos? – me preguntó mientras desyunábamos en el comedor de mi departamento. Quizá por inercia tomé la taza de café y me la llevé a los labios tratando de beberlo lento en lo que mi cerebro analizaba la pregunta y encontraba una respuesta satisfactoria. No la había, y es que honestamente no sé qué es lo que somos.
Su mirada seguía posada sobre mí esperando paciente a que las palabras salieran de mi boca… - No lo sé – respondí tras pensarlo un rato y haber decidido quizá estúpidamente que lo mejor sería hablar con la verdad.  ¿Son realmente necesarias esas preguntas? ¿Es verdaderamente una necesidad básica etiquetar la relación entre dos personas? Puede ser que para muchos la respuesta sea sencilla y se derive en un sí o un no definitivos, yo no sé si estoy de acuerdo.
He pasado la mayor parte de mi vida dentro de relaciones en las que las etiquetas son fundamentales para el desarrollo de las mismas, etiquetas como “amigos”, “novios” o hasta “amantes” que siempre nos ponen dentro de un margen de reglas y expectativas que tarde o temprano terminan rompiéndose y cagando por completo cualquiera que fuera nuestra relación. Quizá lo que mejor podría describir lo que tenemos sería: “dos completos extraños conociéndose para quizá llegar a ser algo en un futuro”, pero sé que no es precisamente lo que desea escuchar después de siete meses y decido guardarlo.
Tomó su plato a medio terminar y lo puso sobre el fregadero, pasó detrás de mí para llegar al sillón y tomar de ahí su cajetilla de cigarros. Encendió uno y regresó de vuelta a la mesa. – Espero que no te moleste el humo mientras desayunas – me dijo aún con los ojos fijos en los míos. – No me molesta, lo sabes bien – era verdad, no me molestaba que la gente fumara a mi alrededor mientras comía pero aún así no tenía estómago para terminarme el plato entero en ese momento y lo alejé un poco – Claro, lo sé tan bien como sé la mayor parte de las cosas que te gustan y las que no, ¿cierto? – Empezaba a notar a dónde quería llegar con la conversación y aunque sabía que tarde o temprano pasaría aún no estaba listo para ello - ¿Me regalas uno? – le dije casi al mismo tiempo en el que ya estaba prendiendo el cigarro. – Tómalo, aunque está claro que sabes que no necesitas preguntar. – le dio una fumada al suyo mientras sus enormes ojos café se difuminaban entre el humo que cubría parte de su cara. No dije nada.
¿Qué tan malo puede ser seguir como estamos hasta ahora? La pasamos bien, no hay un compromiso (lo cual no quiere decir que por eso alguno de los dos esté conquistando a alguien más, al menos no en mi caso), no existe esa presión de ser perfecto para el otro ni de hacer las cosas por obligación. Tenemos buena comunicación y química, física y mental, somos dos personas completamente libres que eligen estar juntas cuando realmente quieren estarlo, sin reclamos, sin peleas, disfrutando siempre esos momentos en los que únicamente estamos los dos. ¿Por qué cambiarlo?

No espero que nos casemos – recargó su brazo en el respaldo de la silla inclinándose un poco hacia atrás, sabía que esa posición le acomodaba mejor y que en cualquier momento se tronaría el cuello mientras cerraba los ojos. – Pero esperas que tengamos un noviazgo formal, ¿me equivoco? – ladeó lentamente la cabeza hacia la izquierda y después a la derecha, con los ojos cerrados. – Supongo que es lo que tengo en mente. No es que piense que estoy perdiendo mi tiempo… ¿o lo estoy? – la respuesta era quizá demasiado simple: no. Me encanta el tiempo que pasamos juntos, que esté al pendiente de mí dentro de los límites de nuestro inexistente estatus y Dios sabe que físicamente me atrae tanto que cada vez que estamos juntos me es casi imposible no acariciar su cuerpo o besar sus labios. – No, no creo que lo estés perdiendo aunque lo importante es lo que creas tú. – encendió un segundo cigarro mientras bebía el café probablemente ya frío.

El punto es… verás, así como sabes que puedes tomar uno de mis cigarros sin preguntar, creo que crees que lo mismo pasa conmigo sin importar lo que crea. – Y creo que aquí me confundí. Para nada estaba jugando con sus sentimientos o tratando de hacerle daño, he estado ahí y no podría siquiera pensar en ello. Ya sé, dirás que entonces qué es lo que me detiene y es para eso para lo que no tengo respuesta. ¿Miedo? ¿Comodidad? ¿Realismo? Mierda… me purga no saber. – Fumar es un vicio, lo sabes muy bien – me dijo con aspecto serio – y aún así existen personas que saben controlarlo y otras a las que no les importa salir a la calle a las 3 de la madrugada para tener esa satisfacción al hacerlo. Quizá yo pertenezco al segundo grupo… quizá tú perteneces al primero, lo importante aquí es que al final ambos lo hacemos sólo que en diferentes formas. Los dos sabemos que hace daño pero aún así uno decide matarse más lento que el otro, pero sigue matándose a fin de cuentas. Lo cierto es que también existen personas con la suficiente fuerza de voluntad para dejar de fumar cuando realmente se dan cuenta de que invierten más de lo que reciben y únicamente se están dañando… - sus palabras estaban entrando a mi cabeza una por una y yo no dejaba de mirar la cajetilla que sostenía en sus manos. Se levantó de la mesa, sacó algunos cigarros y los dejó frente a mí. – Te quedaste sin cigarros, ¿cierto? No te preocupes que te dejo algunos en lo que decides salir a comprar más. – Me dio un beso tierno y salió camino al trabajo no sin antes detenerse en la puerta - ¿Hablamos más tarde? Te quiero.

Giré mi cabeza hacia la mesa en donde se encontraban los cuatro cigarros justo enfrente de la silla vacía, aún repasando sus palabras, mis miedos, tratando de comprender nuestro enfisema pulmonar.




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