La Extinción de las Ladillas
Puedo asegurar que jamás
olvidaré mis 18 años. Durante esa etapa de mi vida ocurrieron muchas cosas por
demás memorables: la muerte de mi padre, mi entrada a la universidad y mi
primer amor (lo que me llevó a un despertar sexual muy satisfactorio). Pero fue
esa sexualidad recién descubierta y usualmente practicada la que me dejó un
pequeño, muy pequeño recuerdo que hasta la fecha no he podido olvidar. No, no
sólo uno, cientos de pequeños recuerdos que comúnmente conocemos como
“ladillas”.
No tiene caso que relate
cómo es que mis diminutos amigos llegaron a mí, porque ni yo lo sé con
exactitud aunque tengo una muy clara idea (bendita infidelidad). En mi etapa
colegial yo era el tipo más enamorado del mundo, disfrutaba de mi relación y
del sexo, por supuesto… hasta que todo terminó. Debo decir que una parte de mí
agradeció la visita de tan agradables bichos ya que de esa forma me di cuenta
de que me habían hecho de chivo los tamales por varios meses. Mi mente les
agradecía pero era imposible que mi cuerpo no las odiara, todo el tiempo tenía
comezón y me la pasaba rascándome por todas partes, aún no descubro cómo es que
nadie a mi alrededor se dio cuenta, supongo que logré ser discreto al respecto.
O eso quiero creer.
El caso es que pasaba
demasiado tiempo en el baño revisando mis partes saludando y al mismo tiempo
exterminando cada una de esas pequeñas lacras que encontraba en mi camino.
Intenté mil remedios para deshacerme de ellas pero por meses se negaron a
abandonarme, tanto así que empecé a tomarles cariño y me resigne a vivir juntos
como una familia feliz. Perdí la cuenta de por cuánto tiempo estuve en esa
situación y al parecer mi cuerpo dejó de reaccionar ante su estancia, hasta que
un día cualquiera después de bañarme me percaté de que se habían ido, ¡me habían
abandonado después de haberlas aceptado en mi vida y demostrarles mi cariño! Se
parece tanto al amor…
No sé cómo es que
desaparecieron, quizá por mi costumbre de bañarme con agua tan caliente que
podrías desplumar una gallina en ella, el chiste es que fui el hombre más feliz
del mundo y renové mi vida sexual ahora con más confianza y con demasiado
cuidado.
Todo esto que te estoy
contando no es simplemente por el hecho de querer que todo el mundo se entere
de que tuve ladillas hace casi 9 años, sino porque recientemente leí un
artículo que no sé si me entristeció por el cariño que les tuve o me alegró por
el bien de la humanidad.
Señoras y señores las
ladillas están en peligro de extinción. Sí, no es broma, según estudios del
“Insect Research & Development Ltd”, en la actualidad son casi nulos los
problemas que involucran a esta especie. Tan sólo en Australia no se reportan
casos de ladillas en mujeres desde 2008. Esto se debe a una práctica cada vez
más común entre la población: la depilación del área genital, misma que por
millones de años había sido hábitat natural de estas pequeñas molestias. En
Estados Unidos se estima que el 80% de los estudiantes universitarios no tienen
nada de vello púbico y no es por ventilar mis costumbres pero creo que por ahí
encuentro un motivo más del por qué me dejaron.
Es increíble cómo un simple
cambio en la sociedad humana ha extinguido casi por completo a estos parásitos,
el sólo acto de pasarnos máquina, cera o rastrillo por vanidad los ha sacado de
la jugada. No es que me queje y no creo que ustedes lo vayan a hacer tampoco
así que mejor preparémonos para decirles adiós para siempre con una sonrisa en
la cara. Bueno, eso sí, olvidémonos de cachar infidelidades gracias a ellas,
por lo que tendremos que mejorar nuestro instinto para detectar cuando nuestra
novia o novio andan jugando a regar el jardín con los vecinos.
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